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- MEMORANDO -

357. LOS FANTÁSTICOS CUENTOS DE LA ALHAMBRA

Este ensayo es el reflejo de la conferencia que impartí en la HispaCon 2007 en Sevilla.

Introducción

En 2007 se ha cumplido el 175 aniversario de la publicación de la primera edición de los “Cuentos de la Alhambra” que escribiera el norteamericano Washington Irving en 1829 y publicara en 1832. El título original era “Cuentos de la Alambra, cuentos de moros y españoles”. El paso del tiempo y las diversas ediciones hicieron que el título quedara tal y como ahora lo conocemos.

Este artículo pretende bucear en la literatura del siglo XIX que escribiera sobre la tierra de Granada un extranjero, proveniente de una cultura ajena, que reflejó con acierto y desparpajo la sociedad española –andaluza- de la época. Un viajero que se enamoró de una tierra lejana y que escribió unos pasajes tan hermosos como nunca los habían descrito los mismos granadinos.

1. La Alhambra

Hay un refrán que dice: “Dale limosna al ciego, que no hay pena mas grande que ser ciego en Granada”.

Con esta sabia sentencia se sintetiza lo que de hermoso y bello puede tener la ciudad andaluza. Y es que quien no ha estado en Granada, y más concretamente paseado por la Alhambra, no puede ni siquiera soñar en la belleza que se encierra en esos muros, en sus paseos, sus patios y sus jardines. Si esa belleza es tal en el siglo XXI, imaginemos cómo pudo ser en pleno apogeo de los reinos nazaríes del siglo XIV. Ni siquiera nuestro viajero autor pudo apreciar en todo su esplendor la belleza de la Alhambra, pues cuando él la contempló el tremendo y espantoso palacio de Carlos V estaba ya construido, destrozando uno de los conjuntos arquitectónicos mas bellos de la cultura árabe en España (Medina Azahara, seguramente fue superior a Granada, pero por desgracia no hemos podido verla en todo su esplendor). Irving visitó Granada dos veces, y vivió en el interior de una Alambra, concretamente en aposentos del palacio de Carlos V, muy deteriorada, durante su segundo viaje a estas tierras. No conoció el glorioso pasado, o el interesante presente del siglo XXI, y sin embargo quedó encandilado por su indudable belleza.

La palabra Alhambra es probable que proceda de la voz musulmana al-Gal’a al-Hamrá, que significaría castillo rojo o fortaleza roja. ¿Por qué llamarla “roja” cuando se eleva “blanca y brillante”? El escritor Ibn Al-jatib forjó una teoría que otorga este apelativo a causa de la rápida y apresurada construcción de la misma. Este apresuramiento hacía que fueran incontables los obreros que trabajaban en ella. Los reflejos del sol en las hachas y herramientas de trabajo, coloreaban de rojo las vistas de la construcción. Además, las hogueras, que de noche se encendían para proseguir la obra, teñían de color la vista desde la vega del Darro o del Genil. Así pues el nombre con que se conoció posteriormente fue “Alhambra”, la roja.

La fortaleza amurallada tiene una estructura muy irregular, limitando con el valle del Darro al norte al este por la Cuesta del Rey Chico. Es en el siglo XIII cuando se fija la residencia real en sus recintos con el reinado de Mohamed ben Al-Hamar en torno a 1260. La llegada de este rey supone el comienzo del auge y esplendor del palacio.

La mayoría de las construcciones de la Alhambra que se conservan se deben a los monarcas Yúsuf I y Mohamed V. En sus reinados se acometieron las reformas de la Alcazaba y los palacios, ampliando la muralla y construyendo lugares emblemáticos como la Puerta de la Justicia, los Baños, el Cuarto de Comares, la Sala de la Barca y el Patio de los Leones.

Como la historia cuenta, en el reinado del rey Boabdil, apodado “el chico”, los Reyes Católicos conquistan Granda, último reino árabe de España en 1492. Cuenta la leyenda que el rey depuesto al entregar la llave de la ciudad a los Reyes Católicos lloró de pena. Su propia madre quien le recriminó: "No llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre".

Podemos afirmar que Granada, y su emblemático palacio, guardan leyendas de todo tipo que han venido a enriquecer y a envolver de un halo de misterio, romanticismo y embrujo a este privilegiado entorno. No puede extrañar que cualquier visitante se sienta inmediatamente cautivado por sus maravillas. Irving no fue ajeno a ello y, cautivado por el hechizo “moro” de Granada, nos legó sus famosos “Cuentos”.

2. El autor

Nació en New York el 3 de abril de 1783 y murió el 29 de noviembre de 1859. Sus visitas a Europa y a España están perfectamente documentadas. Pasó casi 8 años de su vida en España en dos viajes diferentes. El primero entre 1826 y 1829 y el segundo desde 1842 hasta 1846 como embajador de USA en Madrid. En el primero de sus viajes pasaría 16 meses en Andalucía en el periodo 1827-1829. Esta visita al sur tiene todas las características del viajero romántico que busca un entorno exótico, alejado de su cotidianidad, que le inspire. Este viaje a Granada, el segundo de ellos en el que permanecerá tres meses en la ciudad, lo realiza acompañado de un miembro de la realeza rusa destinado en la embajada en Madrid; el Príncipe Dimitri Ivanovich Dolgorouiki.

Se encuentra un país muy peculiar y una Andalucía con contrastes mas acusados, si cabe, que en el resto de la península. Su pasado árabe se muestra aún vigente en muchas de las ciudades visitadas, Córdoba, Sevilla, y la moderna Europa no se ha implantado aún en algunas de las tierras mas al sur. Contrastan sus quejas sobre las posadas y ventas que visita en sus viajes, con la confortabilidad de los hoteles de Málaga o Cádiz que elogia en su correspondencia. Su etapa literaria mas prolífica se fija en este primer periodo de estancia en España; escribe “Vida y viajes de Cristóbal Colon”, que dará a conocer a este personaje en occidente y el mundo, “La historia de la guerra de Granada, “La leyenda de la conquista de España”, “Los viajes de los compañeros de Colón” y por fin los “Cuentos de la Alhambra”.

3. Los cuentos fantásticos

Washington Irving había ya recogido del imaginero popular cuentos y leyendas que posteriormente convertiría en literatura. Basta recordar su relato “The legend of Sleepy Hollow”, incluido en el volumen “The Sketch Book of Geoffrey Crayon”, escrito durante su estancia en Inglaterra y publicado en los Estados Unidos en 1819. En él se narra la leyenda del “jinete sin cabeza” extraño ser que acecha en el pueblo de Sleepy Hollow, un pequeño pueblo rural del estado de New York, próximo al condado de Tarry en las montañas de Catskill. Este famoso cuento de “terror” contrastará con las leyendas que se recogen en los cuentos escritos en su primera etapa española. Mientras que el cuento norteamericano contrapone la vida del campo con la de la ciudad, y la fe en oposición al cerebro, los cuentos de temática fantástica de la Alhambra son recreaciones de las leyendas que los árabes legaron al pueblo andaluz, sus sucesores natos, mezcladas con otras leyendas cristianas y, en mucha menor medida, judías. Sin embargo todos estos cuentos son urbanos, bien es cierto que de una urbe diferente y muy alejada a la de su New York natal.

Cuando Irving conoce Granada en su primer viaje comenta a su amigo, el pintor David Wilkie: “[...] fuimos sorprendidos con frecuencia por escenas e incidentes callejeros que nos recordaban pasajes de Las mil y una noches”. Esta afirmación permite suponer que debía conocer muy bien la colección de relatos árabes mas famosa. Los cuentos fantásticos que escribiera posteriormente en la antología de la Alhambra son claros deudores, en la mayoría de los casos, de esta obra.

Como ya hemos comentado anteriormente, la primera edición de “Los cuentos de la Alhambra” data de 1832. El propio autor realiza en 1851 una revisión del original, otorgando en primer lugar una mayor coherencia a los cuentos que, anteriormente, eran simplemente una colección de relatos cortos. En esta revisión, que es la que se puede leer habitualmente, consigue hilvanar perfectamente los contenidos, entremezclando las leyendas del pasado y el presente con gran habilidad. Se alternan los relatos inventados con las vivencias diarias de los vecinos de Granada que Irving conoció. Como dice el profesor Díaz García:

“Es como si Irving pretendiera no ser demasiado romántico, no saturar la esencia de la Alhambra con excesos de una pasado idealizado, de lo fantástico o de lo maravilloso; y de ahí su continua vuelta desde una leyenda o una historia que habla de pasado hasta la realidad presente de Mateo Ximénez o de Dolores [...] Verdaderamente, “La Alhambra” es “a House of Fiction”, pero es al propio tiempo un compendio de verdadera historia, un recinto mágico donde todo es posible, un mundo sin límites entre lo real y los imaginado” [1]

Esta remodelación supera la posible desconexión de los cuentos originales, cambiando incluso su nombre para dar mayor protagonismo a la Alhambra misma; la original denominación pasa a ser simplemente “The Alhambra” en sustitución de “Tales of the Alhambra”. Desaparece también la referencia a “cuentos de moros y españoles”.

Los relatos son de contenido muy variado, aunque todos están referenciados a un lugar geográfico concreto que es, naturalmente, Granada y mas concretamente la Alhambra y su entorno. Encontraremos relatos históricos, románticos y, en los que se centra este estudio, de corte fantástico. Pero los cuentos también se clasifican, además de por su contenido, por el intervalo temporal en el que trascurren. Nos encontramos, de una parte los que hacen referencia a un pasado siempre “moro”[2] y por contraste los referidos a tiempos actuales en los que los sucesos guardan una estrecha relación con el pasado árabe de Granada proyectado en el presente.

Si recordamos algunas de las historias de “Las mil y una noches”, éstas están llenas de magia, de astrólogos, genios y milagros que involucran tesoros escondidos o princesas raptadas. Muchos de estos temas, tan comunes en la literatura árabe, son también utilizados en los relatos escritos por Irving. Durante su estancia en el palacio de la Alhambra nuestro viajero tuvo acceso, sin duda alguna, a los relatos orales de sus vecinos que, en forma de cuentos, se habían ido trasmitiendo de generación en generación. La trasmisión oral era muy común en esa época en España. El gran índice de analfabetismo contribuía a que la única forma de “literatura” fuera la oral mediante, entre otros, de los ”romances de ciegos”[3] o las historias que se contaban a la luz de las chimeneas por las mas ancianas de la casa, los “cuentos de viejas”, que eran las encargadas de maravillar y asustar a los mas pequeños. Todas estas historias formaron un “corpus fantástico” que se incorporó al entramado de los relatos de la Alhambra. En ellos la maravilla y la magia están siempre presentes, pero también lo están las virtudes y debilidades humanas que forman parte importante, casi decisiva, de los argumentos. El amor, la codicia, la envidia o la gula son algunas de la virtudes y defectos que se incluyen en los textos. Su inclusión produce un efecto, las mas de las veces, moralizante pues se incide sobre las recompensas materiales de la rectitud moral y los peligros que conllevan las desviaciones y debilidades.

Veremos, a continuación, algunos de los mas destacados relatos de temática fantástica contenidos en los “Cuentos de la Alhambra”.

La leyenda del astrólogo árabe

De sumamente interesante podríamos catalogar este relato. Su simbolismo icónico, referido al fantástico, es mas que notable y, de todos los que componen el libro, es el que mas elementos fantásticos, e incluso “casi” de ciencia ficción, contiene. Su trama es la siguiente:

En la época del rey “moro” Aben-Habuz, un rey guerrero ya retirado, que en sus días juveniles se había entregado al pillaje y a la pelea, éste anhelaba ya la quietud y deseaba a toda costa vivir en paz con sus enemigos. Estaba desesperado por que éstos pudieran arrebatarle su reino y dedicaba muchos esfuerzos a la vigilancia y a la defensa de sus tierra. El sabio Ibrahim Eben Abu Ajib hace su aparición en Granada y promete al Rey construir un sistema de vigilancia infalible. En efecto, cumple su palabra, y el reino es vigilado por la magia que avisa cuando los ejércitos enemigos atacan mediante el movimiento de una veleta en forma de gallo que indica la dirección del ataque. No contento con esto el rey pide un sistema de ataque, lo que le es concedido y desde un tablero, a semejanza del ajedrez, podrá atacar a los ejércitos que le acosen. Estos inventos maravillosos son prodigios de la magia árabe que hereda el astrólogo del Libro de la Sabiduría de Salomón, que sólo él posee. Son, sin embargo, inventos “pre-tecnológicos” como una alarma a distancia y un sistema “robotizado” que es capaz de alterar las percepciones de los ejércitos enemigos y modificar su comportamiento.

Como se ha insinuado anteriormente, la codicia del rey, cada vez más ambicioso, será objeto de castigo. La llegada de una princesa “visigoda” que enamora al rey será causa de su caída. El astrólogo se convertirá en el verdugo encargado de castigar la avaricia del monarca al robarle el bien mas apreciado, la princesa, y usar un hechizo que los ocultará a ambos en el fondo de la tierra. La muerte por causa del amor será el destino del rey. La advertencia es clara: la ambición desmedida conlleva una penitencia acorde con el pecado cometido.

Esta historia trascurre mucho antes de la construcción de la ciudad de la Alambra y es el relato que puede tener mas semejanzas en contenido a los relatos de “Las mil y una noches”.

El final es trágico y, como ya hemos resaltado, ejemplarizante:

“Aben-Habuz murió, y lo enterraron ha ya luengos siglos. La Alhambra se construyó después sobre esta célebre colina, realizándose en gran parte los portentos fabulosos del jardín del Irán. La encantada barbacana existe todavía, protegida, sin duda, por la mágica mano y por la llave, formando actualmente la Puerta de la Justicia, que constituye la entrada principal de la fortaleza. Bajo esta puerta -según se dice- permanece todavía el viejo astrólogo en su salón subterráneo, dormitando en su diván, arrullado por los acordes de la lira de plata de la encantadora princesa.”

El autor toma la leyenda, probablemente conocida de primera mano por la narración de alguno de sus conocidos, y la embellece haciendo coincidir parte de la misma con realidades tangibles como son La Puerta de la Justicia. Esta verosimilitud proporciona una fuerza visual a la narración que envía al lector a lugares conocidos. ¿Quién no visitará la Alhambra y al pasar por la Puerta no mirará al suelo buscando la gruta donde vive el astrólogo y la princesa?

En este relato se da una curiosidad añadida: tiene continuidad en otro relato que trascurre contemporáneamente. En nuestra nomenclatura actual estaríamos hablando de un spin-off con personajes recurrentes en los dos cuentos. Se trata del cuento titulado “La leyenda de las dos discretas estatuas” en la que se narra las aventuras de un honrado jardinero de nombre Lope Sánchez. La hija de este, Sanchica, encontrará un amuleto en forma de mano en la noche de San Juan[4], la mas mágica de las noches. Este amuleto le permite entrar en el reino que el sabio astrólogo creó en tiempos del rey “moro”. La princesa cristiana cuenta a la moza como dos estatuas situadas debajo de la Torre de Comares guardan un tesoro que podrá ser de ella y de su familia. Aquí vemos como se introduce uno de los elementos mas reiterativos en la cultura del cuento árabe: el tesoro oculto bajo un hechizo o encantamiento. En este caso las dos estatus son las que proporcionan la clave para su hallazgo. La chica viajará a los tiempos de Boabdil el Chico y contemplará la vida tal y como trascurría en 1490. Es un viaje en el tiempo mediante los hechizos mágicos.

A lo largo del mismo se van introduciendo elementos disonantes que proporcionan apoyos argumentales muy estereotipados. Asistiremos al descubrimiento por parte del padre de la joven del tesoro, que será empleado sabiamente. El problema surgirá cuando su mujer cuenta en confesión a un sacerdote lo que su hija y marido ha descubierto. Si estábamos ante una persona honrada, en el lado opuesto contemplaremos la codicia sin mesura del clero, uno de los poderes reales de la época. Observamos, con curiosidad, el mezquino comportamiento, mientras que el pueblo llano es el detentador de la ética, en una irónica vuelta de tuerca de lo que se consideraba como normal. Pero puesto que la historia pretende, amén de divertir, concienciar, veremos como el castigo por la avaricia vendrá de la mano de un nuevo encantamiento. Sin embargo, y puesto que se trata de castigar a un sacerdote, el castigo será benigno y muy alejado de los que sufren otros personajes de estos cuentos.

Leyenda del legado del “moro”

Estamos ante otro de los cuentos contemporáneos que tratan también de tesoros escondidos y encantamientos. Pedro Gil, conocido más bien por “Perejil por contracción y abreviatura, ”, es un aguador[5] que ejerce su oficio en las orillas del río Darro. Este hombre, que nada tiene, acoge y comparte lo que no posee con un desgraciado “moro” que encuentra cerca del palacio de la Alhambra. En gratitud éste último, antes de morir, le proporciona la manera de encontrar un tesoro escondido. Hasta aquí nos encontramos con un relato muy similar a otros. La variedad se da en el componente aleatorio que viene a complicar la vida del pobre Perejil. Su vecino, un barbero metomentodo y cotilla, será el correveidile que contará al alcalde que se ha cometido un robo y un asesinato en casa del aguador. Sin embargo, la avaricia aparece en todos y en vez de investigar la supuesta muerte del “moro”, conminan al aguador que les entregue el tesoro. La ayuda de un árabe será decisiva para la solución del problema ya que éste consigue engañar al alcalde y a sus compinches para que queden perdidos en las profundidades de la gruta del tesoro. Una vez mas vemos contrapuestos el estamento político y de poder, con una codicia y falta de moralidad infinita, a la clase popular detentadora de las virtudes de la modestia y del escrúpulo. Indudablemente Irving se decanta claramente por la “simpleza” pero nobleza del pueblo granadino, se puede considerar que toma partido claramente destacando las virtudes de unos e incrementando los defectos de otros.

El final resume el pensamiento del autor con relación a los diversos personajes:

“En cuanto al alcalde y sus camaradas, quedaron sepultados en la gran Torre de los Siete Suelos, y siguen allí encantados hasta el fin del mundo. Cuando hagan falta en España barberos curiosos, alguaciles bribones y alcaldes corruptibles, pueden ir a buscarlos a la Torre; pero si tienen que aguardar su libertad, se corre peligro de que el encantamiento dure hasta el día del Juicio final.”

Se diría que la justicia divina ha caído sobre los tres personajes y tienen su justo final. El autor ejerce una vez mas de juez y jurado, condenando las “flaquezas morales” de los tres elementos discordantes. Se deja intuir que la colaboración para fines nobles es posible independientemente de la religión que se procese. En este caso se produce una perfecta conjunción entre el árabe y el cristiano a los que mueven intereses comunes. Irving concluye que el “malvado” no lo es en razón de su raza o religión, lo es en razón de su codicia y mal comportamiento.

La leyenda del soldado encantado enlaza dos mundos: el mágico árabe, productor del encantamiento, con el cristiano que lo sufre. Un estudiante de Salamanca, por mas señas vividor y mujeriego, durante el verano dedicaba su ocio a viajar cantando con su guitarra por un módico óbolo. En Granada observa a un extraño soldado vestido como en la antigüedad. Éste ha sufrido un encantamiento que le obliga a vigilar el tesoro de Boabdil y sólo puede escapar un día cada 100 años, precisamente la noche mágica de San Juan. El soldado ofrece la mitad del tesoro si el estudiante le ayuda. Se precisaba para romper el hechizo una joven doncella cristiana y un sacerdote que estuviera en ayunas un día. La doncella fue sencillo encontrarla, pero el clérigo no tanto. Desgraciadamente para el soldado no pudo romperse el encantamiento por causa del eclesiástico, quedando condenado a pasar 100 años mas de guardia.

El cuento es uno de los mas logrados de la “antología” desde un punto de vista narrativo y de concepto. Contiene todos los elementos que lo identifican con el estilo árabe: un encantamiento, un tesoro oculto en las entrañas de la tierra, un héroe que vence las dificultades, una doncella y se le añada como elemento integrador a un sacerdote que lo entrelaza con el mundo cristiano. Pero además contiene retazos de comedia protagonizados por el elemento religioso. El buen sacerdote es incapaz de ayunar durante 24 horas, ya que sucumbe una y otra vez al pecado de la gula. Estamos ante una crítica nada velada de los excesos del clero de la época y la percepción popular de la excelente vida que este clero mantenía. Para afianzar esta impresión, el sacerdote es descrito como un hombre orondo, colorado y de buenos apetitos. Es él, además, quien estropea el intento de salvación del soldado cuando, incapaz de soportar mas el ayuno, el hambriento cura devora un grueso capón y de repente estudiante, muchacha y sacerdote se encontraron en el exterior con la entrada sellada... ¡el hechizo se había roto demasiado pronto! Vemos también como se vuelve a incidir en al noche de San Juan como proveedora de poderes mágicos. Es sólo una vez al año, pero ese día todo puede ocurrir

Conclusión

Para disfrutar plenamente de estos cuentos se ha de haber visitado Granada y la Alhambra. Sin esta visita el lector va a perder parte de la perspectiva con respecto a la construcción de las leyendas y el entorno en las que estas fueron escritas. Algunas de ellas lo fueron in situ, pues hay que recordar que Irving vivió en la Alhambra durante varias meses. El libro se terminó después de partir de Granada, por lo que parece claro que la nostalgia de sus muros otorgó a los relatos una claridad y viveza inusitada.

Nuestro autor reitera una y otra vez los estereotipos de la magia al uso: hechiceros, conjuros, libros mágicos, amuletos y referencias a antiguos grimorios como el Libro de Salomón, para dar verosimilitud a sus narraciones. Sin embargo es muy curioso que no introduzca elementos mágicos autóctonos. Es seguro que no conoció el inmenso folclore en torno a elementos mágicos de otros lugares de España: Galicia con sus meigas o la santa compaña, las sorgiñak (brujas vascas) de Zugarramurdi o los rituales del fuego del levante español.

Es lógico pensar que Irving escribió de lo que le contaron de primera mano. Lo que le fascinó y le interesó. En los cuentos está implícita esa fascinación del viajero que se maravilla ante un mundo y una cultura que le es ajena. Las comparaciones con la cultura propia en este caso son de admiración hacia algo que no comprende del todo pero, que por ser precisamente muy diferente, resulta de una atracción insuperable.

Hay que rendir, desde luego, homenaje al autor que, llegado de mas allá del océano, mostró al mundo la belleza de uno de los lugares mas emblemáticos del mundo: La Alhambra. No dudo que con su intervención directa ésta se hubiera convertido hace unos meses en una de las maravillas del mundo contemporáneo.

Aunque... ¿alguien lo dudaría?

Washington Irving, desde luego, nunca lo hizo.

© Alfonso Merelo. Huelva 2007



[1] Washington Irving en Andalucía. Fundación José Manuel Lara. Sevilla 2004, pags. 46 y 47

[2] Washington Irving utiliza el término moro sin intención peyorativa y como sinónimo de árabe. Quizá se deba a haber asimilado la terminología popular en referencia al mundo musulman.

[3] Los “romances de ciego” son una tradición oral muy difundida en España. Generalmente eran composiciones en verso, aunque no tenían por qué responder al modelo métrico del romance. Solían ser de autor anónimo y se ocupaban de hechos más bien recientes y locales, con un fuerte componente morboso y con desenlace trágico. También se contaban leyendas y relatos míticos y fantásticos.

[4] La noche de San Juan, 23 de junio, coincide aproximadamente con el solsticio de verano y es una fecha siempre consagrada a la magia en todas las culturas.

[5] Los aguadores realizaban su oficio trasportando el agua desde las fuentes a las casa particulares. Irving describe a estos del siguiente modo “Siendo aguador, tenía que ser gallego, pues la Naturaleza parece haber formado razas, así de hombres como de animales, para cada una de las diferentes ocupaciones; en Francia todos los limpiabotas son saboyanos; los porteros de las casas, suizos; y cuando se usaban tontillos y pelo empolvado en Inglaterra, nadie más que los irlandeses se cargaban con una silla de manos. Lo mismo sucede en España: los aguadores y mozos de cordel son todos robustos gallegos; nadie dice «Tráeme un mozo de cordel», sino «Anda y tráeme un gallego»” Y realmente no se trataba de ningún “sanbenito” sino de una realidad, al menos en Andalucía.

2 comentarios

AMS -

Thanks, sir

V. -

Mu bien, sí señor.