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- MEMORANDO -

380. Alma que no, ve corazón que no siente

 

Cuando era pequeño, mas pequeño quiero decir, tenía inquietudes religiosas que me duraron lo que duran dos cubitos de hielo en un whiski on the rocks (es de Sabina, pero espero me perdone por usarlo). Un poco más adelante estuve coqueteando con algunas filosofías y religiones orientales a raíz de practicar artes marciales y de ver las películas de Bruce Lee en los inolvidables cines de verano.

De estas inquietudes siempre surgía una pregunta, sin respuesta, que intentaba explicar lo que era el alma.

Por  si aun no lo saben, les recuerdo que uno es ateo por la gracia de Dios y que estas divagaciones me interesan sólo en su aspecto sociológico y antropológico. Y después de esta declaración de intenciones, revisemos qué ha supuesto el concepto.

En el budismo el alma alcanzaba el nirvana con la disolución en el todo cósmico. En las religiones judeo cristianas el alma se reunía con Dios en el paraíso o el infierno, según se diera el caso. Pero en todas estaba presente ese concepto de alguna manera. Ese alma representa la esencia del ser, lo que realmente éramos dejando a un lado lo material.

Las disquisiciones sobre la naturaleza del alma siempre han sido de lo mas variopintas; desde res extensa, a emanación divina, pasando por la diferencia entre el yo y el súper yo, existencialidad y negación de la misma en la filosofía marxista. Y eso sólo si tenemos en cuenta a los filósofos occidentales. Cuánta literatura y pensamiento desarrollado y sin embargo aún no ha sido encontrada.

De la misma manera que el intento de demostrar la existencia de Dios ha sido una constante para todas las religiones del mundo, como idea subsidiaria, el alma, en definitiva la trascendencia e inmortalidad del ser humano, ha nutrido los libros y las discusiones mas interesantes, y también aburridas, durante milenios.

De lo que si podemos estar seguros es de que no existe un método empírico que nos permita descubrir el alma. Y, dado que hemos podido medir cosas tan abstrusas y de nombres tan eufónicos como los hadrones, mesones, antiquarks, gluones, leptones o bosones, me pregunto por qué no puede medirse el alma Ockam decía que la respuesta mas sencilla suele ser la verdadera. Si la aplicamos a este caso la respuesta correcta es que no se puede medir porque no existe. Me dirán los creyentes que es que aún no tenemos los mecanismos suficientes para medirla o bien que es algo místico inabordable, como la propia existencia de Dios. Pues, podría ser. Pero mientras que no se pueda demostrar, me permitirán que sea absolutamente escéptico.

El fantástico que es otra de mis pasiones, ha contemplado a veces la figura del alma en sus relatos. Trasmigraciones, viajes en el tiempo con el alma como vehículo, reencarnaciones y otros tipos de hechos con bases pseudocientíficas y más cercanas a la parapsicología que a la ciencia. Que yo recuerde, el único intento serio de explicar el alma a través de un  mecanismo “científico” es el que emplea Philip José Farmer en su serie del “mundo del río”. En ella es una avanzada civilización la que ha creado el “alma” como una forma de almacenamiento de memoria instantánea. En el momento de la muerte toda la memoria del ser es almacenada de alguna manera, no me pregunten cómo, y una vez reconstruido el cuerpo volcada de nuevo en el Orebro. Una solución, que pese a ser muy fantasiosa, es interesante.

Porque eso me lleva a pensar que si el alma es tal y como nos la cuentan lo padres de las religiones y ésta conserva los recuerdos de la vida pasada ¿dónde se almacena esa información? ¿El backup se realiza de una sola vez, al morir como decía Farmer, o es progresivo y hacemos backups incrementales?

Pero al margen de lo divertido a nivel intelectual que pueda ser esta discusión, lo que está claro para mi, es que todas estas milongas no son mas que intentos de acallar nuestro miedo a la muerte. Para las religiones es también un gran aliado para conseguir fieles : ¡mira nene que como no creas te vas a jartar de cosquis en el infierno! Y para el malvado capital, aliado de las religiones, una manera de conseguir que la chusma obrera esté medianamente tranquila pensando que en la otra vida todo será mucho mejor.

De todos modos, si me dieran a elegir un “paraíso” al que poder ir, además de el gran restaurante que está en la carretera Huelva- Punta Umbría, yo me inclinaría por el Whalhalla. Eso de combatir toda la vida, que las heridas se restañen inmediatamente y que se pueda beber y folgar continuadamente con la  Valkirias, tiene que ser de lo mas divertido. Nada que ver con la sosez de otros paraísos. Eso, hasta que llegue Surtur, claro.

Pero aún me queda, con suerte, unos cuanto añitos para reflexionar sobre tan apasionante tema. Dentro de treinta volvemos a retomar el tema y ya veremos que opino en esos días.

© Alfonso Merelo 2008

4 comentarios

El Pájaro Espino -

Yo mismo me considero ateo practicante. Intento difundir el ateismo entre todo aquello que me rodea.
Sin duda alguna, un maravilloso artículo. Felicidades.

AMS -

Pos yo he estado en los campos elíseos y bien. No me ha psado mada. Eso si, las baguettes carísimas y es que hasta allí llega la inflación.

Manuel Nicolás -

Marditos ateos, váis a arder en el infierno, por rojos y masones. Y además preferís la mielda del Valhala ¡con lo que mola el follón del Hades!. Primero había que cruzar la laguna estigia en la barca de Caronte. Si no tenías el óbolo con que pagar, te jodes y a vagar eternamente en el otro lado de la orilla. Los pobres han sido jodidos hasta en la muerte desde el inicio de los tiempos. Si hay pasta y bajo la atenta mirada del portero Cancerbero (no se le fuera a colar ningún vivo, que ya le habían engañado al menos tres), se pasaba a los campos asfódelos, donde residían los héroes caídos y una cohorte de peña fantasmal a su alrededor. Los héroes se aburrían allí de lo lindo hasta que algún vivo le hacía alguna libación de sangre y brevemente resplandecían como cuando estaban vivos. El mismo Aquiles le cuenta a Odiseo que aquello es un coñazo y que no puede matar a nadie. Luego se pasaba al Erebo, en donde estaban los lagos Lete y Mnemosine. Aquí los muertos podían escoger, si bebían del lago Ete, te olvidabas de todo, hasta de quien habías sido. Si bebías del Mnemosine lo recordabas todo de golpe y nunca olvidabas nada. Pero aquí también había trampa: del lago de la memoria solo podías beber si estabas iniciado en vida en uno de los misterios (por ejemplo los de eleusis). Independientemente de si bebías o no, llegabas después al antepatio del palacio de Hades y Perséfone, donde juzgaban Minos, Radamantis y Eaco. Si habías sido chungo: al puto Tártaro, donde estaban las más exquisitas torturas eternas. Si habías sido bueno: a los campos elíseos (oh, lalá). Y si no habías sido ni bueno ni malo: de vuelta a los campos asfódelos, a dar la chapa a los héroes de turno. La superpoblación en el tártaro y en los asfódelos era cosa conocida y Hades se quejaba amargamente ante su hermano Zeus, cuando el cabrón de Ares iniciaba una guerra y le saturaba de curro por punta de trabajo.
Esto sí que mola y no la sosez del Valhala.

Mario Moreno Cortina -

Coincido contigo. El Valhalla, o Valhöl sí que es un cielo como es debido, aunque (cachis) está reservado a los guerreros muertos en combate, a los que las Valkirias (que no eran unas señoras estupendas, sinó unos seres horrorosos) recogían del campo de batalla.

El resto se pudrían en el Hel, que no era un lugar de castigo, sino más bien un gran cubo de basura cósmico.

Tampoco está nada mal el cielo musulman, donde se disfruta de vino y mujeres a saco.

En "Salomas del Espacio" hay un capitulo en el que se hace una parodia del Valhala. Es muy gracioso.