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- MEMORANDO -

599. ¿Huelga? No, pero sí; sí, pero no

 

 

Siempre he sido un poco anárco en mis postulados vitales. Sobre todo en los referidos al asociacionismo. Pertenezco  algún colectivo, pero en toda mi vida creo que sólo he pertenecido a una asociación de forma continuada y a no mas de tres o cuatro en toda mi vida. No fui scout, no pertenecí a ninguna asociación religiosa, no estuve, ni estoy,  en sindicato alguno y menos aún milito en algún partido político. Por tanto en cuestiones políticas voy a mi aire. Es evidente que mis ideas se inclinan mas hacia un lado que hacia otro y que nunca aceptaría ciertos postulados que van en contra de mis concepciones sociales y vitales.

 

Mañana, día 8, está convocada una huelga, o paro generalizado, entre los funcionarios y personal de la función pública. Sinceramente creo que se dan las condiciones para que estos colectivos vayan a la huelga  por muchos motivos entre ellos el de la rebaja del sueldo. El Gobierno ha echado encima de los funcionarios la responsabilidad de la crisis. Son ellos, nosotros, y los “jubiletas que no se mueren cuando deben”, los  que han saqueado las arcas del Estado del bienestar. Son los funcionarios, vagos redomados e inútiles por definición, los que tiene la culpa de que el estado esté en práctica bancarrota y sin liquidez. Ese es el mensaje que se ha trasmitido, con gran regocijo por parte de la oposición que está plenamente de acuerdo, con lo que una gran parte de la sociedad ha llegado a afirmar “que se jodan los funcionarios que ya cobran mucho por no hacer nada”. Es evidente que la falacia de la generalización es siempre incorrecta, pero el colectivo tiene tan mala fama que es imposible que ahora casi nadie se solidarice con la bajada de sueldos. Por otra parte el colectivo ha vivido siempre un poco al margen de los conflictos de los demás con el blindaje que proporciona el “empleo fijo”. Es evidente que ser empleado público tiene ventajas como es la de el puesto de por vida, pero a cambio de esta estabilidad tienen otras peculiaridades que no son ninguna ventaja sino todo lo contrario. La sociedad debería saber que en primer lugar el funcionario tiene que pasar exámenes en concurrencia competitiva con miles de otros candidatos. La plaza la obtiene los que mejor “nota” obtienen en la seri de pruebas a las que se les somete, que consisten fundamentalmente en aprender un temario mínimo y en otra serie de pruebas como son “memorias”, “entrevistas” etc. A diferencia de la empresa privada en la que el curriculum y la entrevista son los que valen, además del posible “enchufe”, amistad o proximidad, en la administración se examina una y otra vez al funcionario. En esta empresa tan mala para “ascender” se le exige otros exámenes posteriores que deberá aprobar y encima superar a otros compañeros que también se presentan. Todo ello para cobrar un esplendido sueldo que en la mayoría de los caso nunca llega a 2000 euros al mes, brutos naturalmente. Y hablo de los funcionarios de carrera y no de asesores o contratados por obras y servicios cuya regulación no se corresponde a la ley de la función pública.

 

Se ha llegado a un punto en el que la sociedad mira mal al funcionario y sin embargo todos quisieran serlo, a tenor de los comentarios que se hacen. Parece que el sambenito del funcionario es muy difícil de limpiar. El pecado del “empleo fijo” es tan grande que produce una envidia sin límites al que hasta hace dos años ganaba 3000 o 4000 euros mensuales con la bonanza económica que nunca llegó al funcionario. Y esta fama injustificada está basada en mentiras y medias verdades que nunca dejan de rondar al ciudadano. Cosas como “siempre están desayunando cuando yo voy”, “se van a dar una vuelta al CI y a comprar cuando deberían estar trabajando”, “se dan de baja a la primera” o “tardan mucho en solucionar las cosas”  son sencillamente mentira. Si las cosas se retrasan normalmente no son por culpa del técnico que hace su trabajo, sino del cargo “político” que ha de firmar o autorizar. Pero la culpa se la llevan los funcionarios. ¿Le han puesto pegas para presentar su declaración de Hacienda? ¿No le han atendido en una ventanilla? ¿Le han dejado tirado en un ambulatorio? ¿A sus hijos les han dejado de dar clase? ¿No han apagado incendios o recogido en ambulancia? Esos son los malos, los que tienen la culpa de la crisis, los culpables de que este país vaya mal. La culpa no es del que dilapidó el dinero en subvenciones para mantener una paz social. No es la culpa del que dio 400 euros a todo el mundo independientemente de su nivel de ingresos. Ni de el que soltó el cheque bebé a diestro y siniestro. Ni del que avaló a los grandes bancos por un dinero que era de los inversores, ni el que concedió que las SICAV tributaran al 1%. Y ahora encima quiere hacer una amnistía fiscal para que los miserables que han arruinado este país sacando sus inmensas fortunas del sistema vuelvan a traer su capital a España. Mientras, los buenos contribuyentes cada vez pagan mas y cobran menos.

 

Hay razones para la huelga, muchas. Pero yo no voy a hacer huelga, o al menos no la voy a hacer como quieren que se haga. No es no acudiendo a los puestos de trabajo como se consigue mas efecto. Es estando allí al pié del cañón y cuando alguien venga a pedir, tramitar o solicitar algo hacer exactamente lo que dicen que hacemos siempre: levantarnos para ir a tomar café en ese preciso momento, decirle que vuelva a las dos horas, no tramitar su solicitud hasta el día siguiente, contestar el teléfono y no resolver nada, no emitir informes etc, etc. Aunque mi postura, y puesto  que trato con público constantemente, sería explicarle que ya que me acusan de todos esos males ¿qué ocurriría si fueran reales? Después de eso indudablemente trabajaría para el administrado que no es otra cosa que un cliente.

 

De este modo lo mismo el Gobierno, y el respetable, se dan cuenta de que los funcionarios no es que sean necesarios sino que son imprescindibles. Ustedes, políticos, van y vienen, pero quien da consistencia al Estado son los funcionarios que permanecemos. Mañana deberíamos estar todos al pie del cañón, pero haciendo proselitismo. Porque, además, si vamos a la huelga le hacemos el juego a este Gobierno de cobardes con los 50 millones de euros que se van a ahorrar en salarios.

 

¡SÍ A LA HUELGA, PERO CON CABEZA!

 

© Alfonso Merelo 2010

 

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