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- MEMORANDO -

246. ¡Que fiestas!

246. ¡Que fiestas!

Esta mañana he sucumbido al morbo de ver el encierro de San Fermín en Pamplona. Técnicamente, la realización de “Cuatro” ha sido impecable. Pero debo ser gafe porque los toros se han llevado por delante a 19 personas, varias de ellas muy graves.

El caso es que reflexionaba yo sobre las diferentes maneras de divertirse del personal.

Porque “hay fiestas pa to”.
Unos tiran cabras desde los campanarios.
Otros bajan colinas, “escogorciándose” detrás de un queso gigante.
Aquellos se divierten levantando piedras de 250 kilo, con lo que tiene que doler eso.
Éstos sacan a una imagen y la pasean, casi cayéndose, durante horas y horas. Y no te acerques a la imagen que te “capan” si no eres del pueblo.
Los de mas allá ensayan letras y canciones durante meses para en una escasa semana volver a empezar.
Lo que decía “Guerrita”, que “hay gente pa to”

Indudablemente los encierros son un auténtica “salvajada” no exenta de belleza estética, tal como ocurre con las corridas de toros. Es la belleza de la muerte, del Thanatos contra el Eros. Es el “subidón” de adrenalina y de endorfinas, posteriormente, que supone el estar en perpetuo riesgo de morir, aunque sena por escaso segundos. ¿Qué impulsa a un señor a correr delante de un morlaco capaz de cornearlo a placer? Si dejamos aparte los estados alterados de conciencia de muchos corredores, están borrachos, los que se consideran “profesionales”- que entrenan con una envidiable forma física y están lúcidos- no se entiende esta postura. Sin embargo, He de confesar que en mis tiempos inconscientes de adolescencia he corrido delante de toros, concretamente en el llamado toro del aleluya que se desarrolla en Arcos de la Frontera los domingos de resurrección. Si no conocen Arcos, sólo les diré que se caracteriza por una enorme cuesta que sube hasta el castillo, hoy parador nacional. Los arcenses no mueren nunca de infarto. Es imposible con esas cuestas.
Pues bien, ese toro, parte del castillo por la mañana al y baja la cuesta. Es un toro enorme, o al menos así me lo pareció e intenta pasar por encima de cualquier, incluyendo a este cronista. Pasé mucho miedo cuando me lo vi a menos de dos metro, y en filigrana atlética conseguí saltar hasta la verja de una ventana que se situaba a unos dos metros de altura. Me agarré a la susodicha y, como pude, me alcé a pulso, intentando escapar del astado. Conseguí salvarme pero sólo porque el toro dio la vuelta. Los animados paisanos que estaban en la ventana no paraban de, primero, pisarme las manos y golpearme las mismas después para que cayera. Supongo que el espectáculo era que me corneara el bicho. Ni que decir tiene que después del susto me cagué en todo lo cagable, claro. No lo volvería a hacer, porque ni tengo las condiciones físicas ni tampoco la inconsciencia de los 19.

El encierro de hoy ha sido catastrófico. Los dichosos toros han embestido a base de bien, sobre todo uno de ellos que se ha distanciado de la manada y ha corrido cómo le ha venido en gana. Lo que han conseguido muchos corredores es una plaza en el hospital; confiemos que ninguna en el cementerio.

Las fiestas populares, todas, son vivero de excesos. Culinarios, alcohólicos y, en algunos casos, excesos vitales. ¿Son necesarias para mantener la cordura?. Tal vez. Pero desde luego yo me quedo con fiestas mas tranquilas donde el cerebro y la cultura, aunque popular, predominen.

No me digan que es lo mismo componer una música y cantar por las calles, que levantar un pedrusco de cientos de kilos o correr delante de un bicho de 600 kilos. Si me dan a elegir, prefiero la música. Quizá de una imagen, aunque sesgada, de cómo son de diferentes los pueblos.

© Alfonso Merelo 2007

3 comentarios

Manuel Nicolás -

Pues va a ser que sí, Don Alfonso. Momsem y su derecho romano me dejaron tocado.
A ver si cuando un día me despierto, me encuentro con que soy usted y viceversa.
Esto solo ya da para un relato.

Salud, quirites

AMS -

No las desprecio en absoluto, pero si que hay fiestas y fiestas. Y la de dejarse atropellar por un morlaco es la pera limonera. Yo prefiero estar cantando en la plaza las flores, que quiere que le diga D. Manuel Por cierto ¿usted tambien estudió derecho? Las coincidencias son cada vez mas preocupantes.

Manuel Nicolás -

¡Ay don Alfonso!, yo también prefiero la visita a una iglesia y saber si es gótica o románica, el leer un libro bajo la sombra de un roble, alucinar con un anfiteatro romano, o ver por enésima vez Alien, el octavo pasajero.
Por ello nos llaman: culturetas, ratas de biblioteca y otras lindezas.
Pero yo, aligual que usted, no desprecio nuestras fiestas. Son parte de nuestra cultura, nos guste o no.
Y si no desprecio a las gentes que las disfrutan: ¿Por qué ellos me siguen llamando friqui?

Salud, quirites