2013-13 La universidad española ¿motor de cambio?
El próximo mayo hay elecciones en la universidad donde trabajo. Se presentan tres candidatos que aspiran a ser rectores de la institución. Esto, que es normal desde hace años, puede que se acabe si el borrador de modificación de la ley de universidades se lleva a cabo tal y como está hasta ahora. Lo mismo el candidato elegido no dura en el cargo más de dos años, así que el esfuerzo para todo esto de las elecciones lo mismo es en balde o casi.
El caso es que cualquiera de los candidatos, y los rectores de las universidades actuales, están sometidos a unas duras condiciones que provienen fundamentalmente de la falta de financiación de las universidades públicas. Se está sufriendo una verdadera crisis en la que se están despidiendo profesores y personal de administración y servicios en muchas de ellas (la UPC ayer mismo o la Autónoma de Madrid hace poco). Esto, naturalmente, disminuye la calidad de la enseñanza y de los servicios que se prestan. Las tasas de reposición del 10% es una verdadera losa para la educación superior. Eso, unido a la disminución terrorífica de los presupuestos para investigación, la subida de las tasas académicas y la disminución del número de becas, hace que la universidad pública española se deteriore rápidamente.
Y es una contradicción que uno de los motores de cualquier sociedad evolucionada como es la educación, en todas sus formas, se vea atacada de esta manera. Sospecho que el propósito final de todas estas maniobras pueda ser el acabar con la enseñanza pública o dejar a esta tan maltrecha que los estudiantes que obtengan un título sean considerados de segunda categoría. La universidad no puede ceder ante tal presión. No es cuestión de cerrar los ojos sino de revindicar lo que es justo y útil para todos. Ya no se trata de conservar unos privilegios de docentes o del personal. No se trata de frenar los despidos, que también, se trata de mantener un servicio esencial para todos los españoles. En la educación está todo el futuro. Los jóvenes han de tener unos conocimientos que les permitan mejorar su futuro y de paso el nuestro. La formación es necesaria sobre todo en un país como el nuestro que carece de recursos energéticos. Nuestra única posibilidad de entrar en un mercado mundial tan competitivo sólo puede venir de la calidad del trabajo realizado. Lo barato y mal realizado ya se encargan de hacerlo en otros lugares, lo nuestro debería ser la calidad, la excelencia; hacer algo en lo que fuéramos inigualables y necesarios. Se dieron tímidos pasos en esa dirección con la estimulación de la ingeniería en fuentes energéticas renovables, subvencionadas claro está pero tal vez necesarias y a medio plazo imprescindibles. ¿Por qué no crear grupos de investigación en este tipo de energías, o en subvencionar los automóviles híbridos o eléctricos para que sustituyan a lo que tenemos e investigar en esa línea? Eso también podría ser una misión de las universidades y para los rectores. Imaginación. Buscar las necesidades y ofertar las mismas a las empresas sean éstas de donde sean. Tenemos vecinos por el sur que pueden invertir, podemos llevar allí nuestras ideas y la experiencia de la que ellos carecen. La universidad, y ahí coincido con un gran amigo mío que me expresó la idea mucho mejor que yo hace unos días, podría crear un grupo de trabajo, pero de verdad, que estuviera todo el día, todo, buscando inversores externos. No se limitaría al entorno, sino que sería global. Un equipo de “comerciales” que vendieran lo que mejor saben hacer cada una de ellas. Ya que el estado ha dejado sus funciones y deberes con la universidad española, vayamos por nuestra cuenta a buscar, a dentelladas si es necesario, los recursos que se necesitan. No se puede recurrir a la terrible frase “la cosa está fatal” para no hacer nada. Hay que moverse y movilizarse si fuera necesario, que lo es.
Me gustaría que los rectores pusieran pie en pared y dijeran todos a una ¡hasta aquí hemos llegado! Con estas reglas no jugamos más. Porque la universidad tiene el prestigio social suficiente como para proponer medidas alternativas a las actuales imposiciones económicas y sociales. Tenemos a los mejores profesionales y pensadores ejerciendo su magisterio, es casi una obligación y un deber moral que aporten soluciones. No es cuestión de que les pidan un informe y con eso basta, sino que se dediquen un día sí y otro también a proponer ideas, líneas de trabajo, alternativas viables. Se dirá que esa no es la misión de la universidad y de sus miembros y será verdad. Pero en tiempos tan terribles como los actuales todos debemos trabajar para evitarlos y la universidad, en su conjunto, tiene un potencial del que no disponen otros colectivos. Pero, claro está, para acometer esas tareas hay que querer, hay que olvidar el pasotismo universitario y poner manos a la obra.
Las movilizaciones de profesores y estudiantes en plazas y calles de las ciudades es una magnífica propuesta para hacer saber a la sociedad lo que se puede aportar desde el ámbito universitario (el día 25 hay una en Huelva, por cierto), pero es del todo insuficiente. Son los mandos universitarios, los rectores que ostentan la representación institucional, los que han de dar un paso al frente y encabezar una “revuelta” universitaria. Si se pudo hacer durante la dictadura de Franco, no es admisible que nuestros dirigentes olviden que sirven a la sociedad y que son un referente y un modelo a seguir. En universidades pequeñas o medias, como la mía, se hace casi imprescindible que el Rector, en este caso el candidato que resulte elegido, se plante en la CRUE, la conferencia de rectores, para decir que ya está bien. Que hay que reformar la universidad, sí, pero no en la dirección que quiere la mayoría parlamentaria. Que las cosas se pueden hacer de otra manera y que la asfixia económica no es, ni puede ser, una solución. Y si no se cambian las cosas no tiene sentido seguir en una conferencia que no hace nada ni toma ningún tipo de medidas. El agachar la cabeza no es una buena solución para todos, si acaso lo será para una minoría que obtiene beneficios de ello. Pero habría que preguntarse: si se cerraran las universidades pequeñas ¿esos dirigentes no estaría también afectados? Se les ha ocurrido pensar que no tendrían a nadie a quien gobernar. Reflexionen pues, si les apetece claro.
© Alfonso Merelo 2013
1 comentario
Fernando Angel Moreno -
Esta es una labor de todos.
Quedarse mirando cómo ocurre es un suicidio social y cultural.