2.000.000 de euros
Hace ya unos días, desde que se acabó el puente de la Constitución-Inmaculada, que estamos inmersos en las fiestas de Navidad. La iluminación navideña alumbra con sus papanoeles (¿y los Reyes Magos, donde están?), árboles, guirnaldas y bolas las salidas nocturnas de las cenas de empresa (excusas para poner verde al jefe e intentar ligar con Maripuri, la maciza de contabilidad).
Y las tradiciones vuelven a manifestarse plenas de vigor otra vez.
A partir del día 22 el frenesí y el desenfreno consumista se disparan. Los langostinos de Sanlucar, las gambas blancas de Huelva (a 90 euros kilo, oigan), las chacinas de la sierra, el besugo o el paté de canard (hígado de pato con cirrosis) se compran con alegría y sin pensar que enero está a la vuelta de la esquina con esa famosa cuesta de un 50% de pendiente.
Pero eso vendrá después.
Un poquito antes se desarrolla la fiesta de la lotería nacional de navidad. El famoso Gordo, que, curiosamente, es la que reparte menos premios de todos los juegos de azar estatales. Y sin embargo todos compramos, porque lo más curioso es que compramos lotería que regalamos a los demás. Familiares y amigos son beneficiarios de este ejercicio de suerte-solidaria que hace que estemos pendientes de los niños de San Ildefonso a partir de las ocho de la mañana de ese día.
No se gana mucho, en el supuesto remoto de que toque, pero los castillos en el aire son inmensos y divertidos, y se repiten sin solución de continuidad en todos los estamentos. Es la lotería más democrática.
¿Quién no ha soñado alguna vez con lo que haría, con los escasos 200.000 euros que tocan por décimo?
La de cosas que hemos hecho con ese dinero. Desde pagar deudas hipotecarias, hasta permitirnos el lujo de ese viajecito por algún lugar remoto y soñado del mundo. New York -por si vemos a Carrie paseando sus espantoso modelitos-, Londres -para cagarnos en las casta de Nelson en Trafalgar Square- Viena sus pasteles y su pan de Viena, un turrón de Cádiz sin evolucionar- o las Hawai y sus bailes eróticos, pueden ser cualquiera de nuestros sueños loteros.
Ese dejar volar la imaginación es una de las cosas mas importante del sorteo. Mas incluso del hecho de tocarte. Las ilusiones que se repiten siempre, suponen un desahogo emocional mas que importante. Y como sabemos que la posibilidad remota del premio es casi inalcanzable, la mentira se convierte en terapia de grupo. Porque el breve tiempo que usamos en pensar cómo cambará nuestra vida, y la de nuestros amigos, la lotería estamos usando una de las mas bonitas cualidades del ser humano: la solidaridad.
Por eso, cuando vean al genio calvo que anuncia el sorteo del gordo, háganle un poquito de caso. Es el genio de la ilusión y de la magia. Hasta el día 22 tenemos la ilusión de mejorar nuestro entorno.
Disfrutémoslo
© Alfonso Merelo 2005
2 comentarios
ams -
Pero...
A jugar , que si no no toca :)
RSMCoca -