260. Joyce y la playa
He comenzado a leer Dublineses de James Joyce, en una traducción de Cabrera Infante con mas americanismos de los que me hubieran gustado. Aún así la lectura del libro es subyugante pese a contar cotidianidades que son sencillamente la vida misma. Lo ideal sería leerlo en inglés, pero no me atrevo pues dudo de mi nivel de comprensión de la lectura de Joyce. Me conformo, de momento, con la traducción dicha.
Esta mañanita me he tomado unas vacaciones pequeñas, mañana de vuelta al curro, y me he marchado a mi playita habitual cuando estoy por aquí, es decir Punta Umbría. Armado de la silla, me he vuelto comodón, la sombrilla y Dublineses he estado por allí unas tres horas de puro relax. Después del consabido paseíto por la orilla, me he sentado a leer la novela mirando al mar. Que delicia, que quieren que les diga. Ese rumor lejano de las olas -hoy hacía viento-, los pies acariciando la arena y los evocadores paisajes de Dublín se han unido para hacer una mañana plácida y fantástica.
Llevaría así como media hora de lectura cuando algo ha venido a perturbar el paraíso. En realidad mejoró el paraíso: una chica, con dos niños de la mano vino a posar su toalla a menos de dos metros de donde estaba sentado. Mira que hay sitio en esa playa, varios kilómetros, pues parece que la gente tiene un instinto gregario de lo mas incómodo. Y no es que me queje, entiéndanlo, pero uno estaba muy tranquilito y la llegada de esa chica vino a perturbar mis percepciones sensoriales por otras diferentes.
Al principio sólo eché una ojeada, pero cuando lució un tanga de lo mas espectacular el problema estaba en fijar la vista en Joyce y no en la chica. ¿Qué se hace en esos casos? Disimular de la mejor manera posible. Claro está en que es imposible que no mires, sobre todo si la tienes a dos metros, pero se intenta que las miradas vayan mas al libro que al frente. Al menos, dada la posición, cuando se fue a bañar me resulto imposible seguirla con la mirada sin resultar un grosero. Así que como bien educado que estoy me enfrasqué en la lectura del capítulo correspondiente, que creo que se titulaba Arabia. En ello estaba cuando uno de los niños de ella me ha atizado con un balón de un producto de consumo, que indudablemente era de zumosol dado el impacto recibido, y la ¿madre, hermana? se ha acercado a disculparse. Sólo me ha pedido excusas y se ha puesto a reñirle al niño. Como buen padre que soy le he contestado que no pasaba nada, que la playa estaba también para jugar y que los niños son así. Me ha sonreído a modo de disculpa y me ha dicho ¿Lees Dublineses? Me gustó mucho, sin embargo no pude acabar el Ulises. Como comprenderán me quedé a cuadritos y balbucee que todavía no lo había leído pero que esperaba hacerlo este verano. Y, así, como quien no quiere la cosas seguimos conversando sobre literatura y ella, acercando su toalla, se tumbó para tomar el sol con su...
¿Les gusta el comienzo de mi nueva novela Amores tórridos a la sombra de Joyce?
Lo de la chica ha sido todo cierto menos la conversación. Pero ¡que bonito fantasear un poquito! ¿verdad? Además: si hubiera ocurrido de verdad ¿creen que lo contaría en un weblog? ¡Na! Soy narcisista pero no tanto.
© Alfonso Merelo 2007
4 comentarios
El Buen Salvaje -
Muy real la conversación, sobre todo la parte de:
"¿Lees Dublineses? Me gustó mucho, sin embargo no pude acabar el Ulises. Como comprenderán me quedé a cuadritos y balbucee que todavía no lo había leído pero que esperaba hacerlo este verano."
¡¡Nadie es capaz de terminar "Ulises"!!
Es un libro como el Quijote: todo el mundo habla maravillas de él, pero nadie lo ha terminado.
Preciosa Huelva. Es un remanso de paz en mitad de la manifestación sindical que es Andalucía.
Atanes -
AMS -
Saludetes pasisano
Darthz -
Como amante de la literatura, y paisano tuyo, te saludo. Me ha gustado el blog.
Una sonrisa.