536. Sexismo en el supermercado.
Dicen que la igualdad entre sexos se pretende buscar en todos los ámbitos de la convivencia. La Ministra Bibiana Aido se gasta una pastizara en campañas para promover la igualdad de los miembros y miembras de diferentes colectivos.
Pero, si se fijan, siempre se intenta igualar las cosas por uno de los lados, y me explicaré para que no piensen que soy un machista trasnochado (lo soy, como todos los varones, pero lo disimulo muy bien). El caso es que las acciones de igualación están suponiendo en muchos caso una discriminación y privación de derechos para los varones. Los criterios de porcentajes son realmente absurdo. Si para 100 puestos de trabajo hay 80 varones mas preparados que otras tantas mujeres no es de recibo que 30 se queden sin el puesto debido a la discriminación positiva. Y que ocurre si son 85 mujeres las que son mejores que los hombres. ¿Se aplica también el porcentaje? Me temo que eso no pasa nunca o casi nunca.
Pero lo que vamos a comentar aquí no son las grandes discriminaciones, son los pequeños detallitos que nos muestran que las desigualdades son para todos y contra todos.
Caso verídico ocurrido ayer mismo en un supermercado al que acudo habitualmente a comprar comida y mas comida.
Entra un hombre, de unos 30 años, y se hace con un carrito para poder ir llenándolo de esas cosas que tan felices nos hacen: cervezas y mas cervezas (genial por cierto el anuncio del frigorífico de Heineken). El hombre se ve normal: aseado, afeitado y con una vestimenta veraniega habitual con estos calores. A su lado va una mujer de mas o menos la misma edad, vestida también veraniegamente y que probablemente acompaña al primer individuo. La mujer lleva colgado a su hombro un impresionante capacho, de esos enormes que se usan para ir a la playa de tejido indefinido. El hombre lleva colgada a la espalda una mochila de tamaño regular. Hasta aquí todo normal. Pero, hete ahí, que una de las cajeras del establecimiento dice:
- ¡Oiga, señor! La mochila tiene que dejarla en consigna.
El hombre, deja su carrito y se dirige sin decir nada a las cajas de consigna y deja allí su “mochilita”.
Yo, que estaba pagando le digo a la cajera:
- ¡Que discriminación! A las mujeres no les dicen que dejen sus bolsos.
Ella me mira y no me dice nada.
Esa es mi protesta, tonta si quieren. Pero es indignante que se comporten así con los hombres en comparación con las mujeres. ¿Creen que por el hecho de ser hombre me voy a llenar la mochila de güiski del bueno o de ron o de patatas fritas? ¿Las mujeres con bolsos enormes son inmunes a esas cosas?
Observen y verán que no me equivoco. Los supermercados discriminan por razón de sexo. Machistas, o feministas. Eso es lo que son. Yo porque no uso bolso, que si no se iban a enterar. A bronca diaria, seguro.
© Alfonso Merelo 2009
PD. El supermercado de ayer era el de la foto. El insuperable "MARADONA", como le nombró un paisano.
10 comentarios
David -
Manuel Nicolás -
AMS (Alfonso Merelo) -
Manuel Nicolás -
¿Donde están mis chicas Bond?
Mario Moreno Cortina -
Comprar tortilla hecha es un atraso. No he comido jamás una que sea ni siquiera medianamente aceptable. Están todas asquerosas. Habiendo bares donde te hacen tortillas para llevar de puta madre, no le veo el sentido.
AMS (Alfonso Merelo) -
Las tortillas hechas son para echarlas a la basura normalmente. Se pueden comer pero no son una maravilla.
Mario Moreno Cortina -
Otro caso de "endiscriminación" a los varones. Hace varios años, nos paran a mi mujer y a mí en la calle Preciados y nos dicen si nos pueden hacer unas preguntas rápidas. Les decimos que vale (ahora no me paro nunca, entonces lo hacía porque la gente pudiera currar). Nos llevaron al piso superior de la Cafetería la Paloma Blanca, que ya no existe. La cosa iba de que iban a sacar una marca de tortilla española de esas que vienen ya hechas y enlatadas. Había que responder a varias preguntas sobre la tortilla y comparar varios pinchos de tortilla "de bote" que no estaban identificados, para opinar sobre textura, sabor y muchas cosas más.
Mi mujer dijo "que responda él". Pero a la chica no le convencía. "Es que la encuesta es para ella". Y yo ahí me piqué: "pero es que en casa cocino yo, mi mujer no ha hecho una tortilla en su vida". "Ya, pero es que la encuesta es para mujeres". Intenté explicarle que la encuesta sería para los miembros de las parejas que se ocupaban de la cocina, y que cada vez éramos más los hombres que nos ocupábamos de eso. No hubo forma. Al final decidí que no merecía la pena.
La tortilla, por cierto, estaba asquerosa.
Aham -
AMS (Alfonso Merelo) -
fjsi -