In memoriam Pascual Enguídanos Usach.
Hoy hemos perdido a otro maestro de la ciencia ficción.
Esta vez nos coge mas de cerca.
El valenciano Pascual Enguídanos Usach ha fallecido esta madrugada. Con él se ha ido uno de los escritores de novelas de duro mas carismáticos e interesantes del panorama literario español. Él fue el alma de la colección Luchadores del espacio, que escribió bajo el seudónimo de George H. White en los años 50, y que consiguió crear un universo particular en el que los españoles eran los protagonistas.
Con su perdida nos hemos quedado sin el gran fabulador y soñador que fue. Él nos trasportó al espacio, a las lejanas maravillas de los sistemas solares ajenos, a las batallas por la defensa de la humanidad y a evadirnos de este triste y sombrío mundo que a veces nos estruja el corazón.
Sólo me resta desearle que ojalá disfrute de sus creaciones a partir de ahora. Me lo imagino viajando al mundo anillo que usted creara, tripulando uno de sus cruceros stelar y encontrándose con sus queridos personajes. Ojalá fuera así.
Mi recuerdo siempre estará con usted y con lo que me enseño.
Como homenaje al querido escritor les dejo este artículo que escribí hace ya unos años para un libro homenaje que nunca llegó a publicarse.
Mi particular saga de los Aznar
La Saga de los Aznar, como se rebautizó en la década de 1970 a la serie de novelas escritas por George H. White para Luchadores del Espacio, contiene unos elementos interesantes y espectaculares que otros mas doctos que yo ya han analizado debidamente. En este comentario que sigue sólo pretendo dar una visión particular y muy parcial de lo que ha significado para mi esta serie de novelas, amen de rendir un pequeño homenaje de agradecimiento a Pascual Enguídanos por los ratos tan divertidos que me ha hecho pasar leyendo sus escritos. Y digo divertidos porque eso han significado para mi las novelas de la Saga de los Aznar: puro y agradable entretenimiento. ¿Se puede pedir mas? Yo pienso que no, ya que uno de los principios fundamentales de todo escritor, además de que le lean, debe ser entretener, de cualquiera de las maneras, a sus lectores. Y en ese aspecto, George H. White se mostró como un consumado maestro.
El género de ciencia ficción ha sido mi debilidad a lo largo de toda mi vida de lector y casi no recuerdo un solo día, y han pasado muchos años, en el que no haya leído o visto algo que se relacione con el género. Películas, videos, series, novelas o cuentos han sido devorados, admirados y también abominados por el que esto escribe.
Como otros articulistas ya han contado porque parece que los orígenes en la lectura son comunes a todos-, cuando peinaba menos canas, o sea ninguna, e incluso tenía pelo encima de la cabeza, una de mis lecturas preferidas de fin de semana, y de semana escondida detrás de los libros de texto, consistía en devorar las novelas de duro. Estas novelas, con su bonito tamaño, eran ideales para pasar un rato agradable y evadirse un poco de lo que nos tocaba vivir, que no es que fuera excesivamente penoso, pero que como a todo chaval que se precie necesitaba cambiar de aires, en definitiva escapar un poquito de lo normal.
En los años de la década de 1970 en España se podía encontrar mucha ciencia ficción generalmente anglosajona, dejando aparte los bolsilibros. Estos últimos, con su gran difusión, parecían obras menores y muchas lo eran, comparándolos con lo que publicaba Bruguera o revistas mas serias como la mítica Nueva Dimensión, que comenzó su andadura en 1968. Sin embargo dentro de estas novelas de duro de consumo rápido algunas destacaban por contener algo mas que la normal dicotomía héroe-malvado o héroe- chica a la que salvar. De todas esas novelas empezaron a interesarme una serie de ellas que estaban protagonizadas por un tal Aznar. La serie enganchaba de mala manera, o mejor de buena manera, ya que tenía la habilidad de hacer que siempre estuviera pendiente de la publicación de un nuevo título. Como las buenas películas por entregas, que dejaban al héroe al final de cada capítulo en situación peligrosa, las novelas de los Luchadores del Espacio (que nombre de colección tan bonito ¿verdad?) casi exigían al final de cada una de ellas el lanzarse al kiosco para conseguir la siguiente, a fin de saber que había sido de aquellos héroes. Además esa manera de dejar pendientes algunas de las aventuras estimulaba la imaginación ya que me ponía a cavilar que es lo que pasaría, ideando soluciones que, en algunas ocasiones, pocas, coincidían con lo que al autor después me contaba. Durante años, con sus irregularidades en la edición y distribución, la estantería donde las guardaba se hizo cada vez mas pequeña a medida que los títulos de esa colección, y otras, aumentaban. Al fin la serie dejo de aparecer en los quioscos. Un título, El gran miedo, anunciado en la contraportada de la última novela que poseía, nunca llegó a mis manos. Después supe que no llegó a manos de nadie y me alegré porque ya se sabe que mal de muchos consuelo de tontos.
Pero ¿qué hacía que unas novelas de este tipo me atrajeran tanto? La verdad es que nunca me lo había preguntado en serio, porque seguramente mas que algo racional es algo visceral. O sea, me gustan porque sí. Pero dejar así la explicación no sería muy coherente. Así pues intentaré definir un poco lo que ha resultado ser esta saga de los Aznar.
Podríamos partir considerando la rareza que suponía el que unos españoles tuvieran tanto protagonismo en el futuro de la humanidad. Este protagonismo en la época estaba limitado a los todopoderosos norteamericanos en sus películas y series. Incluso lo que se escribía en España estaba protagonizado por norteamericanos, e incluso se intentaba vender que los escritores eran de otra nacionalidad, y el ejemplo es el propio Geroge H. White. Es decir lo anglosajón, aún siendo escrito por españoles, vendía mas que lo autóctono. Por eso la Saga de los Aznar es una auténtica rareza que al hacer protagonistas a los españoles del futuro producía un aire racial y patriótico a la serie. Si en los USA tenían un capitán Kirk vagando por la galaxia, aquí teníamos por contraposición a un almirante Aznar, almirante que no desmerecía en nada al citado capitán del Enterprise, incluso en cosas tan prosaicas como la capacidad para enamorar bellas señoritas, que comparten el citado Kirk y todos los Aznares. Ese rasgo característico de la serie, la racialidad, era muy interesante per se. Porque: ¿por qué no podían ser los españoles astronautas y exploradores?
Pero eso no era todo. La Saga era magnificente y extremada. Era grandiosa y exagerada y esa misma exageración le daba su singular atractivo. Nunca había leído batallas espaciales en las que se movieran millones de buques, miles de millones de misiles o torpedos y cientos de miles de soldados. ¿Dónde se había visto una nave de guerra tan inmensa como el autoplaneta Valera, un mundo autosuficiente que era capaz de trasportar a millones de tripulantes? Como nave generacional dejaba chicas las descritas anteriormente en la ciencia ficción, porque Valera, aparte de ser un trasporte de tropas y una máquina de guerra, es una auténtica nave generacional en la que se suceden las generaciones de tripulantes. Cuando un famoso director de Hollywood mostró una inmensa plataforma de combate, los lectores de la Saga pudimos atisbar cómo era visualmente Valera. Porque la Estrella de la Muerte, que tanto sorprendió a los fans de la Guerra de las Galaxias, no nos cogió de sorpresa a los lectores de G.H. White. Nosotros ya lo habíamos imaginado en nuestras mentes. Incluso la famosa Estrella era bastante chapucera con respecto a nuestro querido autoplaneta. Esos aciertos de la Saga se fueron después repitiendo y pudimos ver muchas ideas de nuestro autor en pluma de otros escritores o incluso en la pantalla.
Cuando Pascual Enguídanos inició la que podemos denominar segunda parte de la Saga enseguida se pudo apreciar que la misma ganaba en profundidad. En la lista de correo dedicada a la Saga se han mantenido dos sectores de opinión que ven mas cualidades en la primera parte (la de los 50) o la segunda (años 70). Yo soy de la segunda opinión. Prefiero la segunda parte, aunque por supuesto no desmerezco la primera. Está claro que Pascual Enguídanos tenía mucha mas libertad al escribir esta segunda parte y realmente aprovechó con sobresaliente esta posibilidad. Los personajes evolucionan y son tratados con mucha mas profundidad. Esta característica diferencia una y otra etapa, pero eso no desmerece que en esta segunda parte también halla espectaculares ideas de ciencia-ficción, como es la del mundo anillo - la colosal estructura de Atolón- y sobre todo lo que podríamos considerar una evolución social a través del mestizaje con otra raza extraterrestre, que el autor presenta probablemente como nuestros antepasados comunes. Aunque no lo explicita, parece claro que esta raza antecesora creó vida en diferentes mundos. De ahí que muchas de las razas encontradas por los terrícolas son humanas y compatibles entre si. La idea de un antepasado común da coherencia al universo Enguidosiano, si se me permite tal palabro.
Podríamos seguir contando las maravillosas ideas que se desarrollaron en la Saga de los Aznar pero, repito, gente mas docta que yo se han encargado de hacerlo y los estudios de Pedro García Bilbao, Carlos Saiz Cidoncha, José Carlos Canalda o Mario Moreno Cortina así lo atestiguan. Basta leerlos para darse cuenta de la increíble repercusión de la creación que se comenzó hace ya 50 años.
Sólo voy a resaltar un aspecto mas de mi relación con la Saga: esta serie ha conseguido crear un grupo de amigos que, tomando como partida la afición a las novelas de Enguídanos, se han dedicado a hablar de lo divino y lo humano a través de la red internet. Sin la Saga no habría sido creado este grupo y por tanto no hubiera conocido a tantas buenas personas. Eso es otra de las cosas que debo a Pascual Enguídanos.
Sólo espero que este breve comentario sirva como homenaje a la persona que durante tantos años me produjo tantas sensaciones placenteras.
© 2006 Alfonso Merelo Solá
3 comentarios
V. -
Cagontó, qué mierda de racha llevamos.
RSMCoca -
Descanse en Paz.
Conaumidor irritado -