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- MEMORANDO -

Sábado, sabadete

Sábado, sabadete Los sábados son días de transición, enfrentados a los domingos que son esos días nefastos en los que estamos continuamente recordando que el día siguiente es lunes.
En el asqueroso mundo en el que vivimos, dedicamos este día, el sábado, a atender las cosas que en la semana no hemos podido hacer. Singularmente el sábado es un día de compras, supermercados, tiendas de ropa y de cualquier otra cosa acogen a sus consumidores, nosotros, de manera masiva para que se gasten sus escuetas pagas en cosas que, la mayoría de las veces, no necesitan.
Ester sábado he salido de compras, pero de compras en el barrio.
Hacer las compras en el barrio es un ejercicio de ciudadanía. Porque en mi barrio no hay grandes superficies, sólo hay pequeñas tiendas.
Los hipermercados o las grandes superficies son lugares deshumanizados, sin embargo las pequeñas tiendas de barrio todavía conservan el contacto con las personas.
Mi frutero, a escasos 5 metros de mi portal, cuando entras en su tienda te saluda y te llama por tu nombre, y te comenta lo último que ha hecho Sete Guibernau en Malasia. Además, es capaz de indicarte que no te lleves esas chirimoyas porque están todavía verdes. La verdad es que pierde una venta, pero gana un cliente.
Pero si sólo fuera eso simplemente se quedaría en una interesante relación comercial. Lo que acentúa el placer de comprar en el barrio es que puedes enterarte de la vida y milagros de todos los vecinos. Dada mi cualidad de cotilla impenitente el saber de primera mano lo que ocurre a mi alrededor no es ya un recurso interesante, sino que constituye un auténtico placer.
En la carnicería, la frutería, la pescadería o la panadería siempre encuentras personajes dignos de dedicarles unas líneas. Te enteras de todo. Puedes apuntar la receta de la carne con tomate o la de los gurumelos con jamón, pero asimismo enterarte de que al vecino del 45 su mujer le ha puesto unos cuernos que ríase usted de los de un venado terciaito.
El mundo real, el de toda la vida, se desarrolla ante tus ojos y oídos sólo con prestar una mínima atención. Ni siquiera se necesita participar en las conversaciones. Ellas llegan sin se les solicite. La información está allí. Sólo hay que atraparla. Y les aseguro que resulta de lo mas gratificante, al menos para los que nos gusta estar informados. Eufemismo por el que podemos denominar a los cotillas.
Pasen de los Hipers. Pasen de las grandes superficies. Vayan a las tiendas de barrio. Nuestros tenderos son amigos, nuestros vecinos son comunicativos y en estos tiempos de retraimiento, eso puede resultar muy terapéutico.
© Alfonso Merelo octubre 2004

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