Árboles y Belenes: manual de colocación
¿Qué sería de una casa decente sin el Belén y/o árbol de Navidad?
Cualquiera que visite estos días una casa ajena se dará cuenta que las tradiciones se cumplen a rajatabla.
El nacimiento, o siquiera el Belén, y el árbol de Navidad ocupan un lugar destacado en todas las casas que se precien de celebrar estas fiestas.
El caso es que a primeros de diciembre, generalmente después del puente de la Constitución, se comienza a adornar el salón con motivos alusivos a la Navidad. Estrellas, espumillón, velas, bolas de colorines o papas noeles variados ocupan mesas, librerías y otros lugares apropiados para embellecer las viviendas.
El proceso que se sigue para la elaboración de tan efímeras construcciones suele seguir unas pautas determinas que difieren muy poco entre unas viviendas y otras.
Generalmente se suele elegir un fin de semana para tan bello entretenimiento. Al grito del padre o de la madre de: ¡niños vamos a hacer el Belen!, las huestes productivas comienzan a movilizarse para conseguir que los adornos lleguen a buen fin.
De momento nos encontramos con un problema de logística: ¿Dónde guardamos el año pasado los adornos? El padre recuerda que en lo alto de un armario. Por supuesto, cuando se va a mirar en ese armario las cajas no están. El susodicho progenitor pregunta: ¿María, no estaban aquí las figuritas? María responde que sí, pero que como hizo limpieza general en agosto, las cajas han cambiado de sitio y que cree que están en el trastero. El trastero suele ser un lugar de imposible entrada, ya que cajas y trastos de todas clases se acumulan sin ningun tipio de orden o coherencia en el reducido espacio disponible. Podemos encontrar una bicicleta al lado de una colchoneta inflable y esa caja de botellas de vino, que creías haberte bebido, junto al ordenador 8088 que abandonaste diez años atrás. Pero buscando con ahínco, los intrépidos arqueólogos encuentran las cajas de figuritas y adornos. Previamente se han pasado dos horas viendo lo que hay en el trastero. ¡Mira papá mis patines de ruedas alineadas!, ¡hay va... mi videojuego Atari!, me lo llevo. Consecuencia del redescubrimiento del trastero, se vuelve a casa con las cajas que se fueron a buscar, pero además con un pin-ball, al que le falta una pata, una caja de libros con novelas de a duro que hace mucho tiempo que no se hojean, la caja de vinos picados por cierto-, y un disfraz cochambroso que ha localizado el pequeñín de la casa. El espectáculo al entrar en la casa es el de una caravana de mercaderes que va a instalar su tienda en medio de un oasis.
A la madre, al ver lo que traen, se le cambia la cara. ¿Pero qué traéis? ¿Estáis locos? ¡No quiero mas mierdas en casa! El marido le contesta Mujer es que hemos encontrado estas cosillas, en cuanto las veamos lo bajamos todo. La madre, que sabe que eso no va a suceder, se resigna diciendo Pero no quiero esos trastos en medio, meterlos en la habitación de juegos.
Subsanada esa eventualidad madrera, los esforzados buscadores de tesoros se disponen a instalar en primer lugar el Belén. Una vez esparcido todo el contenido de las cajas, esparcimiento que recuerda mucho a un campo de refugiados palestino, se comienza la ardua tarea de ubicar, mas o menos lógicamente, las figuritas, el portal y todo lo demás. Como siempre se es poco previsor, no se ha contado con el papel del fondo y con la base, de color verde u otro, donde disponer el Belén. Si es un sábado, el Hiper está abierto y se puede comprar lo que falta, pero si es domingo se recurre al nunca bien ponderado papel de embalaje, que lo mismo pude simular una montaña que un río si se pinta adecuadamente.
La instalación en sí es teóricamente poco complicada. Las desavenencias surgen cuando el pequeño pretende colocar doscientos patos en el río, en el que sólo caben cinco, o situar el palacio de Poncio Pilatos en plena montaña de papel - al ser de papel, el palacio suele desplomarse y ahy que recurrir a la cinta adhesiva para sujetarlo- y, lo mas importante, en que secuencia se coloca la Virgen, el Niño, San José y los bichos que les acompañan. Esto último da igual porque el pequeño ya se irá encargando de moverlos de sitio, al mismo tiempo que acerca a los Reyes Magos hacia el pesebre.
Durante la colocación, las rodajas de chorizo del bocadillo han ido cayendo encima del papel, lo que le da un bonito toque rojo sanguinoliento, que no pega mucho, porque estamos en la Natividad y no en la Pasión. Aunque siempre se puede decir que es el sacrificio de un pollo, que también contiene el Belén.
Después de terminar el Belén, con el último rectoque de nieve en su forma harinosa, se procede, si ha lugar, a la intalación del árbol navideño. Este árbol puede ser de varios tamaños pero, dadas las casas actuales y a no ser que usted posea una mansión solariega, no sobrepasará en ningún caso los dos metros de altura, maceta incluida. Contamos con dos tipos de árbol, el abeto comparado en el hiper y el de plástico. Como ecológico no se cual de los dos lo es mas, si bien no cortas ningun árbol, el plástico contamina mucho. Lo único por lo que mejora el plástico al natural es su longevidad. Dura muuuchos años si se cuidad.
La escena de la colocación es muy interesante en si misma, ya que el colocador de bolitas y otros adornos, generalmente el padre, subirá a un taburete o escalera, que nos proporciona el agradable componente circense navideño. El taburete, o la escalera, es muy posible -seguro- que esté descuadrado, con lo que nuestro arriesgado colocador debe mantener un precario equilibrio y no desplazarse lateralmente demasiado, debido al consiguiente riesgo de deslome al impactar contra el suelo despues de planear bellamente. Sin embargo, lo mas peligros es colocar las luces. Las lucecitas vienen dispuestas en ristras de una docena más o menos. Estas ristras acaban siempre retorcidas y resulta muy complicado el extenderlas en toda su longitud. Además cuando se hace la prueba de alumbrado, cual feria de Sevilla cutre, hay alguna que no enciende, o bien es la ristra completa la que no lo hace. Si se ha tenido la precaución de probarlas anteriormente, el defecto puede subsanarse fácilmente, pero si ya están colocadas la reparación se hace asaz difícil. En este último caso es muy probable que al enchufar las luces, el que la enchufe se lleve una descarga eléctrica y se produzca inmediatamente un apagón de toda la casa al sufrir la instalación un cortocircuito fulminante.
Por fín se termina la tarea. El Belén y el árbol están ya listos. Sólo queda disfrutar del espectáculo. Del espectáculo y del último acto de esa tarde: la indignación de la madre al ver esparcido por doquier las cajas, los recortes y los espumillones sobrantes, porque siempre sobran, de la colocación. Pero la misión ha sido llevada a buen término con relativas pocas bajas. Ahora sólo queda que el pequeño modifique a su antojo el Belen, incorporando madelmanes o cliks de famóbil al conjunto, lo que le da un toque tecno interesantísimo, y que de vez en cuando se acerque alguien al árbol para comerse las horrorosas figuras del horroroso chocolate que de él penden.
En enero se recogerá todo, pero esa es otra historia que no se si merecerá la pena contar.
© Alfonso Merelo
Cualquiera que visite estos días una casa ajena se dará cuenta que las tradiciones se cumplen a rajatabla.
El nacimiento, o siquiera el Belén, y el árbol de Navidad ocupan un lugar destacado en todas las casas que se precien de celebrar estas fiestas.
El caso es que a primeros de diciembre, generalmente después del puente de la Constitución, se comienza a adornar el salón con motivos alusivos a la Navidad. Estrellas, espumillón, velas, bolas de colorines o papas noeles variados ocupan mesas, librerías y otros lugares apropiados para embellecer las viviendas.
El proceso que se sigue para la elaboración de tan efímeras construcciones suele seguir unas pautas determinas que difieren muy poco entre unas viviendas y otras.
Generalmente se suele elegir un fin de semana para tan bello entretenimiento. Al grito del padre o de la madre de: ¡niños vamos a hacer el Belen!, las huestes productivas comienzan a movilizarse para conseguir que los adornos lleguen a buen fin.
De momento nos encontramos con un problema de logística: ¿Dónde guardamos el año pasado los adornos? El padre recuerda que en lo alto de un armario. Por supuesto, cuando se va a mirar en ese armario las cajas no están. El susodicho progenitor pregunta: ¿María, no estaban aquí las figuritas? María responde que sí, pero que como hizo limpieza general en agosto, las cajas han cambiado de sitio y que cree que están en el trastero. El trastero suele ser un lugar de imposible entrada, ya que cajas y trastos de todas clases se acumulan sin ningun tipio de orden o coherencia en el reducido espacio disponible. Podemos encontrar una bicicleta al lado de una colchoneta inflable y esa caja de botellas de vino, que creías haberte bebido, junto al ordenador 8088 que abandonaste diez años atrás. Pero buscando con ahínco, los intrépidos arqueólogos encuentran las cajas de figuritas y adornos. Previamente se han pasado dos horas viendo lo que hay en el trastero. ¡Mira papá mis patines de ruedas alineadas!, ¡hay va... mi videojuego Atari!, me lo llevo. Consecuencia del redescubrimiento del trastero, se vuelve a casa con las cajas que se fueron a buscar, pero además con un pin-ball, al que le falta una pata, una caja de libros con novelas de a duro que hace mucho tiempo que no se hojean, la caja de vinos picados por cierto-, y un disfraz cochambroso que ha localizado el pequeñín de la casa. El espectáculo al entrar en la casa es el de una caravana de mercaderes que va a instalar su tienda en medio de un oasis.
A la madre, al ver lo que traen, se le cambia la cara. ¿Pero qué traéis? ¿Estáis locos? ¡No quiero mas mierdas en casa! El marido le contesta Mujer es que hemos encontrado estas cosillas, en cuanto las veamos lo bajamos todo. La madre, que sabe que eso no va a suceder, se resigna diciendo Pero no quiero esos trastos en medio, meterlos en la habitación de juegos.
Subsanada esa eventualidad madrera, los esforzados buscadores de tesoros se disponen a instalar en primer lugar el Belén. Una vez esparcido todo el contenido de las cajas, esparcimiento que recuerda mucho a un campo de refugiados palestino, se comienza la ardua tarea de ubicar, mas o menos lógicamente, las figuritas, el portal y todo lo demás. Como siempre se es poco previsor, no se ha contado con el papel del fondo y con la base, de color verde u otro, donde disponer el Belén. Si es un sábado, el Hiper está abierto y se puede comprar lo que falta, pero si es domingo se recurre al nunca bien ponderado papel de embalaje, que lo mismo pude simular una montaña que un río si se pinta adecuadamente.
La instalación en sí es teóricamente poco complicada. Las desavenencias surgen cuando el pequeño pretende colocar doscientos patos en el río, en el que sólo caben cinco, o situar el palacio de Poncio Pilatos en plena montaña de papel - al ser de papel, el palacio suele desplomarse y ahy que recurrir a la cinta adhesiva para sujetarlo- y, lo mas importante, en que secuencia se coloca la Virgen, el Niño, San José y los bichos que les acompañan. Esto último da igual porque el pequeño ya se irá encargando de moverlos de sitio, al mismo tiempo que acerca a los Reyes Magos hacia el pesebre.
Durante la colocación, las rodajas de chorizo del bocadillo han ido cayendo encima del papel, lo que le da un bonito toque rojo sanguinoliento, que no pega mucho, porque estamos en la Natividad y no en la Pasión. Aunque siempre se puede decir que es el sacrificio de un pollo, que también contiene el Belén.
Después de terminar el Belén, con el último rectoque de nieve en su forma harinosa, se procede, si ha lugar, a la intalación del árbol navideño. Este árbol puede ser de varios tamaños pero, dadas las casas actuales y a no ser que usted posea una mansión solariega, no sobrepasará en ningún caso los dos metros de altura, maceta incluida. Contamos con dos tipos de árbol, el abeto comparado en el hiper y el de plástico. Como ecológico no se cual de los dos lo es mas, si bien no cortas ningun árbol, el plástico contamina mucho. Lo único por lo que mejora el plástico al natural es su longevidad. Dura muuuchos años si se cuidad.
La escena de la colocación es muy interesante en si misma, ya que el colocador de bolitas y otros adornos, generalmente el padre, subirá a un taburete o escalera, que nos proporciona el agradable componente circense navideño. El taburete, o la escalera, es muy posible -seguro- que esté descuadrado, con lo que nuestro arriesgado colocador debe mantener un precario equilibrio y no desplazarse lateralmente demasiado, debido al consiguiente riesgo de deslome al impactar contra el suelo despues de planear bellamente. Sin embargo, lo mas peligros es colocar las luces. Las lucecitas vienen dispuestas en ristras de una docena más o menos. Estas ristras acaban siempre retorcidas y resulta muy complicado el extenderlas en toda su longitud. Además cuando se hace la prueba de alumbrado, cual feria de Sevilla cutre, hay alguna que no enciende, o bien es la ristra completa la que no lo hace. Si se ha tenido la precaución de probarlas anteriormente, el defecto puede subsanarse fácilmente, pero si ya están colocadas la reparación se hace asaz difícil. En este último caso es muy probable que al enchufar las luces, el que la enchufe se lleve una descarga eléctrica y se produzca inmediatamente un apagón de toda la casa al sufrir la instalación un cortocircuito fulminante.
Por fín se termina la tarea. El Belén y el árbol están ya listos. Sólo queda disfrutar del espectáculo. Del espectáculo y del último acto de esa tarde: la indignación de la madre al ver esparcido por doquier las cajas, los recortes y los espumillones sobrantes, porque siempre sobran, de la colocación. Pero la misión ha sido llevada a buen término con relativas pocas bajas. Ahora sólo queda que el pequeño modifique a su antojo el Belen, incorporando madelmanes o cliks de famóbil al conjunto, lo que le da un toque tecno interesantísimo, y que de vez en cuando se acerque alguien al árbol para comerse las horrorosas figuras del horroroso chocolate que de él penden.
En enero se recogerá todo, pero esa es otra historia que no se si merecerá la pena contar.
© Alfonso Merelo
3 comentarios
Rosa -
Un saludo
AMS -
estefania -